El nacimiento de Clio
En el mundo antiguo existían infinidad de
dioses, desde la cultura Celta, Asiria, Egipcia y desde luego, también
en la de la Antigua Grecia. La civilización griega tomó forma hacia el
año 2000 a.C. lo componían las ciudades estado en las que los ritos
religiosos sociales se transformaban en actos litúrgicos y públicos
vinculando al individuo, con la ciudad y a los dioses particulares de
éstas.
Los ciudadanos contaban con innumerables prácticas religiosas
financiadas con dinero público y destinadas a toda la comunidad o bien
cultos organizados por grupos privados, pero siempre localizados a cada
región en particular.
Culto religioso sobre cerámica ätica. Louvre. |
Los poemas homéricos eran clave en la cultura de la Antigua Grecia,
se utilizaban como material didáctico en las escuelas y los aprendían de
memoria para recitarlos. Lo más destacable de ellos más incluso que sus
narraciones o valoración como fuente histórica es que consiguieron
integrar el mundo de los dioses con el de los hombres, convirtiéndolos
en algo así como la Biblia griega.
Así es como se formó la Mitología Griega, organizando un variado
mundo de dioses y héroes relacionándolos con los orígenes del mundo y de
la naturaleza creando una serie de cultos y rituales religiosos que
constituían la religión de la Antigua Grecia y de la actual religión
helénica.
A este numeroso panteón de dioses se le llamó Olimpo,
lo situaron en la montaña más alta de Grecia, en la provincia de
Tesalia. Lo encabezaba Zeus rey de todos los dioses y padre de muchos de
ellos, incluso de su relación con muchas amantes humanas nacieron
numerosos héroes.
Asamblea de los Dioses. Rafael. |
Pese a ser dioses poseían los rasgos propios humanos y celebraban banquetes en los que comían ambrosía y
bebían néctar en las cumbres del monte Olimpo. Desde ahí disfrutaban
del espectáculo que les ofrecían los mortales, influyendo en sus vidas y
en sus luchas.
Zeus era considerado “padre de los dioses y de los hombres” y se
podría decir que lo era de forma literal, tenía una esposa, Hera y
numerosas amantes tanto diosas como mortales. Uno de sus escarceos fue
con Mnemósine, una titanide hija de Gea y Urano, por lo tanto tía
del propio Zeus. Ella era la personificación de la memoria y representa
la continuidad de los ciclos naturales. Pasaron 9 noches de amor
consecutivas fruto de las cuales nacieron 9 hijas, las musas.
Éstas son inspiradoras de artistas, filósofos, historiadores y
astrónomos y acompañaban a los gobernantes ayudándoles a emplear las
palabras más justas. Los nombres de las nueve musas canónicas son: Calíope, Clio, Erató, Eutarpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.
Fresco de Clio. Pompeya. |
Clio, “la que ofrece gloria”,
es la que nos interesa hoy pues es la diosa de la Historia y de la
épica y de la que tomamos el nombre. Hoy nos puede resultar extraño
pensar en cómo podía ser inspiradora de los historiadores, si se nos
considera meros recopiladores de datos nombres y fechas, investigadores
convertidos en ratones de biblioteca, profesores aburridos o en el
mejor de los casos Indiana Jones despistados.
En la antigüedad la historia no era considerada una profesión como
tal, existían enseñantes o filósofos, pero los historiadores estaban
relegados a una segunda posición. Muchos se dedicaron a viajar y a
escribir en lugares lejanos a su hogar. Ahí nació la épica, un género
narrativo en el que contaban hechos legendarios o ficticios, muchas
veces los mezclaban. No existía un banquete con prestigio si en él no se
recitaba algo de poesía épica. Era como una poesía didáctica, en un
momento en el que leer y escribir no era algo corriente, por lo que la
forma de enseñar y aprender era oral.
Hesíodo fue el introductor del método con su obra “Los trabajos y los días” y Homero lo hizo grande con la “Iliada” y la “Odisea”.
Los poemas homéricos fueron un género en sí y pasaron a formar parte de
la educación en las escuelas y hoy en día los griegos los consideran
parte importante de su patrimonio cultural.
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