El nacimiento de Clio

En el mundo antiguo existían infinidad de dioses, desde la cultura Celta, Asiria, Egipcia y desde luego, también en la de la Antigua Grecia. La civilización griega tomó forma hacia el año 2000 a.C. lo componían las ciudades estado en las que los ritos religiosos sociales se transformaban en actos litúrgicos y públicos vinculando al individuo, con la ciudad y a los dioses particulares de éstas.

Los ciudadanos contaban con innumerables prácticas religiosas financiadas con dinero público y destinadas a toda la comunidad o bien cultos organizados por grupos privados, pero siempre localizados a cada región en particular. 



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Culto religioso sobre cerámica ätica. Louvre.
                 
Según Heródoto, considerado el padre de la Historia (484-425 a.C.) todos los rituales eran en gran parte herencia de los egipcios, y que gracias a los escritos de Homero y Hesíodo (S VIII a.C.) se desarrolló una genealogía que permitió la unificación de los diferentes mitos y leyendas de los dioses.

Los poemas homéricos eran clave en la cultura de la Antigua Grecia, se utilizaban como material didáctico en las escuelas y los aprendían de memoria para recitarlos. Lo más destacable de ellos más incluso que sus narraciones o valoración como fuente histórica es que consiguieron integrar el mundo de los dioses con el de los hombres, convirtiéndolos en algo así como la Biblia griega.

Así es como se formó la Mitología Griega, organizando un variado mundo de dioses y héroes relacionándolos con los orígenes del mundo y de la naturaleza creando una serie de cultos y rituales religiosos que constituían la religión de la Antigua Grecia y de la actual religión helénica.

A este numeroso panteón de dioses se le llamó Olimpo, lo situaron en la montaña más alta de Grecia, en la provincia de Tesalia. Lo encabezaba Zeus rey de todos los dioses y padre de muchos de ellos, incluso de su relación con muchas amantes humanas nacieron numerosos héroes.


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Asamblea de los Dioses. Rafael.


Pese a ser dioses poseían los rasgos propios humanos y celebraban banquetes en los que comían ambrosía y bebían néctar en las cumbres del monte Olimpo. Desde ahí disfrutaban del espectáculo que les ofrecían los mortales, influyendo en sus vidas y en sus luchas.

Zeus era considerado “padre de los dioses y de los hombres” y se podría decir que lo era de forma literal, tenía una esposa, Hera y numerosas amantes tanto diosas como mortales. Uno de sus escarceos fue con Mnemósine, una titanide hija de Gea y Urano, por lo tanto tía del propio Zeus. Ella era la personificación de la memoria y representa la continuidad de los ciclos naturales. Pasaron 9 noches de amor consecutivas fruto de las cuales nacieron 9 hijas, las musas. Éstas son inspiradoras de artistas, filósofos, historiadores y astrónomos y acompañaban a los gobernantes ayudándoles a emplear las palabras más justas. Los nombres de las nueve musas canónicas son: Calíope, Clio, Erató, Eutarpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.



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Fresco de Clio. Pompeya.

Clio,la que ofrece gloria”, es la que nos interesa hoy pues es la diosa de la Historia y de la épica y de la que tomamos el nombre. Hoy nos puede resultar extraño pensar en cómo podía ser inspiradora de los historiadores, si se nos considera  meros recopiladores de datos nombres y fechas, investigadores convertidos en ratones de biblioteca, profesores aburridos o en el mejor de los casos Indiana Jones despistados.

En la antigüedad la historia no era considerada una profesión como tal, existían enseñantes o filósofos, pero los historiadores estaban relegados a una segunda posición. Muchos se dedicaron a viajar y a escribir en lugares lejanos a su hogar. Ahí nació la épica, un género narrativo en el que contaban hechos legendarios o ficticios, muchas veces los mezclaban. No existía un banquete con prestigio si en él no se recitaba algo de poesía épica. Era como una poesía didáctica, en un momento en el que leer y escribir no era algo corriente, por lo que la forma de enseñar y aprender era oral.

Hesíodo fue el introductor del método con su obra “Los trabajos y los días” y Homero lo hizo grande con la “Iliada” y la “Odisea”. Los poemas homéricos fueron un género en sí y pasaron a formar parte de la educación en las escuelas y hoy en día los griegos los consideran parte importante de su patrimonio cultural.

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